domingo, 3 de mayo de 2009
Inanna, diosa sumeria
Este es uno de los poemas de Enjeduana en donde se refleja la concepción de una fuerza femenina de hace 4 mil años.
El duelo de la bebida
¡Inanna se ciño la corona!
Quería hacer el mundo entero,
pastor a su redil,
tan radiante y hermoso,
tan perfecto y luminoso como ella.
Quería que todos mirasen a lo alto
y supiesen que ella era el lucero del atardecer.
Quería que el mundo entero se iluminara
con la luz pura de la estrella que brilla antes de la oscuridad nocturna
y antes de romper el alba.
Estaba feliz con sus pechos
y su vulva.
Era hermosa y se gustaba a sí misma.
Era joven y se deleitaba
con todo.
El cielo y la tierra no podían contener su goce.
Inanna dijo:
“Soy la reina del cielo.
Visitare a Enki.
Descenderé alas dulces aguas profundas
de Abzu, el río sagrado,
para honrar al gran Enki”.
Se dirigió sola al río,
donde el agua dulce se mezclaba con la sal.
Enki lo conoce todo
hasta los corazones de los dioses.
Lamó a su sirviente Isimud.
“Inanna viene a mi templo.
Dale pastel de mantequilla para que coma.
Sírvele agua fría para que se refresque.
Ofrécele cerveza frente a la estatua de león.
Invítala a mi mesa
y trátala como mi igual”.
Inanna fue recibida en el templo
y llegó Enki a brindar por ella.
Bebio cerveza con ella.
Bebieron y bebieron más y más.
Bebieron en las copas de Urash,
madre de la tierra.
Enki, dios de la sabiduria, brindo por Inanna.
“¡En nombre de mi poder,
en nombre de mi templo sagrado
te obsequió
el sacerdocio!
¡La corona!
¡El trono!
Inanna dijo: “Los acepto”.
Enki levantó nuevamente su copa ante Inanna.
“Te obsequio
el viaje y el hogar,
el cabello suelto y el cabello recogido,
vestiduras oscuras y claras”.
Inanna dijo: “Los acepto”.
Bebieron y bebieron hasta embriagarse.
Enki brindaba por Inanna y le ofrecía regalos.
“Te obsequio al arte de hacer el amor.
Te obsequió todas las palabras,
las honestas y las calumniosas,
las de elogio y las de adoración.
Te obsequió el arte del héroe,
el arte del poder,
el arte de la traición
y el de la honradez.
Te obsequió el júbilo y las lamentaciones.
Te obsequio los oficios,
el del carpintero y el de orfebre,
el del escriba y del herrero,
el de talabartero y el de tejedor,
el del albañil y el del cestero.
Te obsequió
el atizar el fuego,
el aplacar el fuego,
el atizar la lucha,
el aplacar la lucha”.
Inanna dijo: “Los acepto”
Hasta entonces sólo los dioses poseían los poderes de la civilización.
Se les llamaba
el sagrado me
La cerveza tornaba
a Enki generoso.
Y no pudo resistirse a la belleza de Inanna.
Aunque ebrio, Enki seguía alzando su copa.
Te obsequió el descenso al inframundo,
el descenso del inframundo.
Te obsequió la verdad.
Enki se tambaleaba bajo el peso de su propia generosidad.
El último regalo que dio a Inanna
fue el arte de tomar decisiones.
No había mayor regalo
que los poderes de la civilización .
Inanna, sin dudarlo,
se apropió se todo.
Y Enki cayó al suelo.
Inanna decidió volver navegando
con sus regalos en la barca del cielo.
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