miércoles, 31 de marzo de 2010

Entendiendo el conflicto checheno


Desde la desintegración de la Unión Soviética, Chechenia ha sido la república más conflictiva de la Federación Rusa. Tras dos guerras declaradas, la última en 1999, los rebeldes chechenos no dan tregua y continúan con sangrientos ataques. La inseguridad y la corrupción mantienen el país en ruinas

La guerra inició en otoño de 1991, cuando la URSS se agrietaba y el presidente ruso, Borís Yeltsin, se concentraba en independizarse del soviético Mijaíl Gorbachov como el checheno Dzhojar Dudáiev, un general de aviación, lo hacía en independizarse de Yeltsin.

Desde ahí el conflicto tuvo dos fases: la primera de 1994 (cuando Yeltsin mandó los tanques a Grozni) a 1996 (cuando Alexander Lébed, le puso fin en 1996 por el expeditivo procedimiento de reconocer ya entonces la independencia de facto del país caucásico). La segunda, desde el verano de 1999, cuando el entonces jefe de Gobierno Vladímir Putin reaccionó militarmente a la incursión de los separatistas chechenos, en varios pueblos de Daguestán, donde había arraigado una excluyente comunidad islámica, bajo el argumento de que aquel estado de cosas era inaceptable, sobre todo por el efecto que pudiera causar en otros territorios autónomos de Rusia.

Con los años, los "nacionalistas étnicos" se metamorfosearon en "terroristas islámicos" y su guerra por la independencia, en una yihad, una "guerra santa" que afecta la zona musulmana norcaucásica.

El hombre de la imagen, Doku Umárov, continua con esa lucha, pues es uno de los principales responsables de los atentados suicidas en el metro de Moscú que dejaron 39 muertos y decenas de heridos el lunes pasado. Umárov ha afirmado que ordenó los ataques "por los crímenes rusos en el Cáucaso", y que estos continuarán.

"Los ataques son una represalia por la masacre llevada a cabo por invasores rusos de los residentes más pobres de Chechenia e Insushetia, que estaban recogiendo ajo silvestre en el poblado de Arshty el 10 de febrero de 2010, para alimentar a sus familias", asimismo, el líder aseguró que "ambas operaciones fueron llevadas a cabo bajo mi comando y no serán las últimas".

El islamismo radical aunado a los problemas sociales y económicos del Cáucaso son algunos de los orígenes del conflicto. Los fondos que el Estado federal destina a la economía parecen desaparecer en la corrupción administrativa, la falta de recursos sigue siendo motivo de queja por parte de líderes locales como Ramzán Kadírov, el presidente de Chechenia, que ha levantado una lujosa mezquita y que ha reconstruido las ruinas de Grozni, la capital.

La vida cotidiana de los habitantes de Ingushetia, Daguestán, Chechenia y Kabardino-Balkaria, cuatro territorios de cultura musulmana del Cáucaso, está marcada por el miedo a verse atrapados en alguna de las redes de la violencia que se superponen y se mezclan: policías contra extremistas y viceversa, policías contra inocentes confundidos con extremistas; representantes de las estructuras federales de seguridad contra sospechosos locales; ajustes de cuentas entre clanes locales y luchas de los extremistas islámicos o representantes del "islam limpio" contra los defensores del islam tradicional.

Así, llevan librando 15 años de combates, dos guerras, miles de muertos, atrocidades sin fin cometidas tanto por los hombres de Moscú como por la guerrilla separatista.

Modificado por mi con información de El País

Merkel presiona a Turquía para que apoye las sanciones contra Irán


La canciller alemana, Angela Merkel, instó al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, a que se sume a las presiones de la ONU sobre Irán para que abandone su programa nuclear. Merkel hizo la petición en su primer día de visita oficial a Turquía, pero se encontró con la reticencia de Erdogan. Erdogan rechazó nuevamente la opción de imponer nuevas sanciones a Teherán y aludió a la "vieja amistad" entre Turquía e Irán y apostó por una "vía diplomática" para negociar con Teherán sobre su programa atómico.

Turquía se sienta hasta finales de 2010 en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como miembro temporal electo. Erdogan dijo que su país aún no ha decidido cuál será su voto ante una resolución de castigo al régimen iraní, pero afirmó que "las sanciones no son la solución adecuada". "Turquía comparte 380 kilómetros de frontera con Irán, y es un importante socio, especialmente en materia de energía", recordó. Asimismo, de forma indirecta comparó el programa nuclear de Irán con la posesión de armas atómicas de Israel. "¿Hay armas nucleares en la región? ¡Sí! ¿Se le imponen por ello sanciones? ¡No!", dijo Erdogan.

Merkel insistió en su escepticismo respecto a una pronta entrada de Turquía en la Unión Europea y reconoció que la propuesta alemana de una "asociación privilegiada" de Turquía con la UE "no goza aquí de buena reputación". Erdogan había rechazado días antes el ofrecimiento, a su juicio un "cambio de las reglas en mitad del partido", en referencia a las largas negociaciones entre turcos y europeos para la admisión de Ankara en la UE. Merkel relativizó esta espera negando que pueda compararse la actual Unión Europea a la Comunidad Económica con la que Turquía solicitó asociarse hace 50 años, y recordó a Erdogan que, de todos modos, quedan por resolver "diversas cuestiones", entre ellas el contencioso entre Chipre y Turquía. La Unión Europea pide a Turquía que abra sus puertos y aeropuertos al tráfico procedente de Chipre, en cumplimiento del Protocolo de Ankara de 2005.

El viaje de Merkel se vio precedido por duras críticas del Gobierno turco. En una entrevista al semanario alemán Der Spiegel, Erdogan aseguraba que "a ningún país se le ha impuesto" un proceso de admisión a la UE tan largo como a Turquía. Durante el fin de semana, el primer ministro se refirió además a un "odio contra Turquía", puesto a su juicio en evidencia por la negativa alemana a abrir colegios turcos en el país. Merkel atajó ayer estas críticas proponiendo la "ampliación" de los modelos educativos que ya permiten una enseñanza bilingüe en turco y alemán.

Según el Ministerio de Exteriores, 2,5 millones de habitantes de Alemania son de ascendencia turca, y de ellos 700.000 tienen pasaporte alemán. Hace dos años, Erdogan causó una fuerte polémica durante una visita a Alemania en la que emplazó a los turcos a no dejarse asimilar. Ayer, Angela Merkel le respondió: "El objetivo del Gobierno alemán no es asimilar a los ciudadanos turcos, sino integrarlos".

Con información de El País