viernes, 9 de octubre de 2009

Baraka, aliento de vida

Esta reseña fue publicada hace tiempo en la revista universitaria Punto de Partida y es sobre "Baraka" documental dirigido por Ron Fricke que aborda la evolución de la Tierra y de la Humanidad, al mismo tiempo que señala las formas en que el ser humano se ha relacionado con su medio ambiente. La aparente fragilidad de la vida humana es contrastada con la grandeza de sus obras, al mismo tiempo que se subraya la desigual relación entre hombre y naturaleza.

Acá el trailer:

(Dir: Ron Fricke, 1992, Estados Unidos, 96 minutos)



Acá la reseña

Baraka, contemplación de nuestro interior

Por Marcela Venebra

“El universo respira de la boca del hombre, y el hombre de la boca del universo”, frase romántica pero innegablemente esperanzadora. Baraka explora en la compleja naturaleza humana y llega a su origen en derredor, en los cielos desgarrados por las cimas y los cuadros ardientes del desierto, en la lava que fluye y rompe en burbujas y llamas al centro de un cráter.

Condensa toda la belleza y el misterio del mundo que el ser humano trata de capturar en sus templos, sus danzas y sus ritos, como parte integrante y contemplativa a la vez, como una ida y vuelta de afuera hacia adentro y de adentro hacia afuera. El hombre mira su mundo y lo reproduce en su cultura, imitando en sus trajes los colores del plumaje de las aves, traduciendo en sus bailes el movimiento de los planetas y del universo mismo, del que está adentro y del que está afuera. La pregunta surge por sí sola: ¿cuál es el origen de nuestro universo interior?, ¿de dónde parte?, ¿cómo se formó?

Las imágenes guardan secretos y ocultan al tiempo que revelan. ¿Qué es lo que nos dicen a la cara y qué es aquello que apenas sugieren al espectador? El camino hacia afuera —al exterior del hombre mismo— resulta sinuoso y se evidencia su sistematización. El hombre creador de ciudades que palpitan entre el verde y el rojo de un semáforo, entre la salida y la llegada de los vagones del metro, entre las fábricas, los rascacielos, los grandes centros comerciales donde todo se vende y todo se compra, los basureros donde las mujeres-madres acuden cada día con los niños-hijos a buscar algo que comer.

Al final, eso es el hombre; lo mismo el que envía a sus muertos en llamas por el cauce de un río, que el que espera su turno en la fila del banco. Viviendo en Bali o en Nueva York el hombre es igualmente complejo e igualmente distinto, como las diez mil formas en que cada ser percibe su universo.

Ron Fricke se aventura a mirar sin miedo alguno esa naturaleza, la naturaleza del mundo a la que por supuesto pertenece lo humano y, sin una historia palpable, deja leer las historias de todos los tiempos. Sesenta años atrás. El hombre de la cámara (Man with the Movie Camera, Dziga Vertov, URSS, 1929) lo había logrado de una manera mucho más particular, centrándose apenas en una célula de este vasto cuerpo que es el mundo, con menos recursos tecnológicos y obligado por ello a explorar los confines de su propia creatividad y destreza.

Por su parte, Fricke lo mira todo como una fotografía panorámica llena de contrastes y logra un largometraje que se sostiene, cada cuadro vive por sí mismo para quienes gusten mirar, para quienes deseen revivir su capacidad de asombro.

Baraka aparece así como una cinta que guarda su sentido de la realidad al mismo tiempo que evidencia el paso del tiempo en los colores y las texturas mismas de la imagen, que por lo demás se nos muestra equilibrada y completa, dándonos el tiempo suficiente para recuperar sus detalles. La música no resulta tan afortunada, principalmente en lo que se refiere a su temporalidad: sus timbres instrumentales tan característicos del estilo New Age de las décadas de los ochenta y noventa hoy se perciben a todas luces démodé.

Baraka es un buen momento para contemplar el adentro y el afuera, entendiendo esta acción contemplativa como el punto de partida hacia los infinitos cuestionamientos sobre lo humano.

jueves, 8 de octubre de 2009

Las reinas de Saba


Este reportaje me conmovió, mis lagrimas impresionaron a los usuarios del metro, que enseguida me preguntaron, ¿Está llorando por lo que lee?
La escritora colombiana Laura Restrepo viajó a los campos de refugiados en Yemen. Miles de mujeres y niños llegan hasta allí desde las costas del Cuerno de África. Huyen de la guerra, el hambre y el odio. Esta ocasión Médicos Sin Fronteras y El País Semanal rescataron del olvido a las víctimas de la violencia.

Testigo del horror: Las reinas de Saba

Vienen subiendo, y son miles. Mujeres con sus hijos. Saben que muchas morirán por el camino, o que tendrán que dejar enterrados a sus hijos. Pero la decisión está tomada, y no pararán hasta encontrar un lugar donde la vida les abra por fin la puerta. Cueste lo que cueste, y por encima de quien se interponga. Si te paras aquí, en la costa sur de Yemen, vas a verlas venir: el Cuerno de África entero parece estar subiendo. En pateras, por el desierto a pie, mendigando a través de las antiguas ciudades. Me dice Habiba -somalí, comadrona graduada y querida amiga mía- que cuando escucha la palabra refugiados no piensa en hombres. Cierra los ojos y ve mujeres con niños.

-Habiba -le pregunto-, ¿no serás tú la reina de Saba?

¡¿What?!

Cuando Médicos Sin Fronteras me propone visitar los campos de refugiados africanos en la República árabe de Yemen, lo primero que hago es releer un texto de 1934 en el que André Malraux cuenta cómo abordó un pequeño avión para sobrevolar esa región en busca de una mujer de 3.000 años de edad. Se trataba de la legendaria reina de Saba, soberana del incienso y de la mirra, nacida en algún punto incierto entre Yemen, Etiopía y Somalia. Poco después de su expedición, Malraux le anunciaba al mundo que había avistado desde el aire los vestigios del mítico imperio de Saba. Y sin embargo, a ella, a la Reina, nunca la encontró.

Nos acercarnos en jeep a Adén, en el extremo sur de Yemen. Ubicado sobre el golfo que lleva su mismo nombre, Adén mira hacia las desoladas costas del Cuerno de África, que le quedan a menos de 150 millas náuticas de distancia. Es el primer puerto que existió sobre el planeta. Allí fueron enterrados Caín y Abel, y construida el Arca de Noé, o al menos así está escrito; allí Arthur Rimbaud comerció con café, traficó con armas y renunció a escribir versos. Por las ventanas del jeep sólo vemos arena. Estamos en medio de ese mismo desierto yemení que en la historia antigua se tragó al ejército romano de Aecio Galo. Y de repente, como salida de la nada, aparece la reina de Saba. Es ella, no hay duda. Pero no la legendaria, sino la de carne y hueso. Y no la real, de realeza, sino la real de realidad.

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martes, 6 de octubre de 2009

Mexicanos buscan calidad de vida en Pakistán


Después de Estados Unidos, las naciones de Medio Oriente son las más socorridas por los migrantes mexicanos que buscan mejores oportunidades de empleo y calidad de vida. Pakistán es el segundo país de destino de los connacionales que salen del país, seguido por Kuwait, Alemania e Israel.

De acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano 2009, dado a conocer ayer, en Estados Unidos residen nueve millones 336 mil 719 paisanos, mientras que en Pakistán viven 123 mil 275; en Kuwait, 58 mil 965; en Alemania, 50 mil 404, y en Israel, 47 mil 976. El dato resulta atípico en el caso de Pakistán, pues según el propio reporte del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) los principales receptores de migrantes son países industrializados.

Pakistán, en contraste, está localizado en la posición 141 del Índice de Desarrollo Humano (IDH) divulgado ayer, 88 lugares abajo de México. Además, el país islámico forma parte de la lista de los 38 “Estados fallidos” con el mayor grado de deterioro institucional dado a conocer cada año por el Fondo por la Paz de Estados Unidos.

De acuerdo con los parámetros que maneja la institución para su Failed States Index, Pakistán es un país que vive movimientos masivos de refugiados por guerras civiles, crisis económica grave, deslegitimación del Estado, deterioro progresivo de los servicios públicos y violación extendida de los derechos humanos.

Kuwait, Alemania e Israel son quienes encabezan la lista de naciones con un IDH “muy alto”, pues están ubicados en las posiciones 31, 22 y 27, respectivamente, de una lista de 182 naciones. En tanto, Pakistán tiene una esperanza de vida de 66 años (diez menos que México), 82 por ciento de su población viene con dos dólares o menos diarios y tiene un nivel de analfabetismo de 45 por ciento (38 puntos porcentuales más que nuestro país).

Pese a ello, México es el quinto país que más capital humano lleva a Pakistán. En primer lugar está Bangladesh (1.5 millones de ciudadanos), seguido por India, que tiene 606 mil 424, Nepal (256 mil 125, Rusia (144 mil 915) y México, con 123 mil 275 migrantes, según el informe de Naciones Unidas.

En el caso Kuwait, nuestro país es el tercer mayor “proveedor” de humanos. En el primer sitio está India, que tiene 219 mil 184 de sus habitantes residiendo en el país árabe; le siguen Rusia (69 mil 216 migrantes), México (58 mil 965), Ucrania (33 mil 737) y China (32 mil 147).

En su edición 2009, el reporte sobre desarrollo humano se tituló Superando barreras y fue elaborado para demostrar que la migración mejora las condiciones de vida de las comunidades de origen y de destino, echando por tierra los mitos que la vinculan con el empobrecimiento y el desplazamiento. “El informe rompe esquemas y pone en tela de juicio muchos estereotipos. Como suele ocurrir, la realidad se presenta bastante más compleja que los prejuicios simplificadores”, ponderó Magdy Martínez-Solimán, representante residente del PNUD.

“Un estereotipo que esperamos enterrar, es aquel según el cual, los migrantes necesariamente tienen efectos negativos sobre los trabajadores locales con habilidades similares. Los migrantes ni quitan empleos, ni bajan salarios; aumentan el producto económico de la zona donde llegan y dan más de lo que reciben”, agregó el diplomático. La idea central del PNUD es que la migración debe ser considerada como “una parte central de las estrategias dedesarrollo”.

Cazatalibanes