sábado, 5 de septiembre de 2009

La publicidad de Camel


Por Diana Andrade Uribe. Cortesía de la revista Etcétera

A principios del siglo pasado, el misterio de Medio Oriente arrojó al mundo occidental uno de sus símbolos exóticos más emblemáticos: el dromedario. Este animal de respiración fuerte y espíritu resuelto anunció su llegada a la arenosa escena del mercado mundial en una cajetilla de pequeños cilindros de generoso sabor turco.

La compañía tabacalera fundada en 1875 por Patrick Reynolds, se dedicaba a la fabricación de tabaco para pipa, hasta que en 1907, su hijo R.J. Reynolds elaboró de esa vaga evocación asiática una arquitectónica de la imagen ajustada a la figura del rumiante. Años más tarde, el estadounidense haría de ésta la metáfora de una marca que denotaba el viaje emprendido por un espíritu valiente.

Para que la imagen del dromedario no se disolviera en los bolsillos, junto con el aroma de las hebras del tabaco, R. J. Reynolds inventó la envoltura que se convertiría, tiempo después, en uno de los objetos de mayor exhibición del hombre: la cajetilla de cigarros. En un principio, este envoltorio era un cubilete de papel doblado que guardaba diez cigarros –de no más de seis centímetros– protegidos por un papel metálico. Fue hasta 1931 cuando a éste se le recubrió con celofán, y así se logró conservar el aroma y el sabor del tabaco.

La influencia del artista Owen Jones (1807-1875) quien recopilara en su obra "Grammar of ornament" más de tres mil muestras de ornamentaciones y diseños del arte islámico –resultado de sus múltiples viajes a Medio Oriente– determinó las creaciones de los artistas gráficos de la época. Los ilustradores norteamericanos abrevaron de Owen las reminiscencias de Egipto y elaboraron, a partir de ellas, el diseño de la cajetilla del camello.

Reynolds utilizó el nombre de Camel, no sólo por la imagen que significa y que hace del animal una figura claramente memorizable, sino por la sencilla disposición fonética de la que goza la palabra, lo que permite su fácil pronunciación en cualquier idioma.

Ubicada en Carolina del Norte, Estados Unidos, la cigarrera inició su proceso de comercialización en 1913. De las primeras estrategias que resolvió R. J. Reynolds para llevar a cabo la campaña de la tabacalera, sobresalió la del juego de palabras por aliteración: transformó el estribillo de una canción patriótica escocesa (“The camps bells coming”) a la frase que inauguraría la marca: “The camells are coming”. La repercusión de este ardid publicitario tuvo otro efecto: polemizar la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
Luego de ese artificio, vendría una pericia más para difundir la marca: utilizar la imagen de una mascota del circo más famoso de la Unión Americana: The Barnum and Bailey. Así, mientras esta carpa se encontraba en Winston, el fotógrafo R. H. Haberken capturó a “Old Joe”: el ungulado árabe que sirvió de modelo para ilustrar la publicidad de los paquetes de cigarros por más de 60 años.

Bajo la expresión “andaría una milla por un Camel”, la marca lanzó al mercado norteamericano su primera cajetilla en 1914. A partir de ese instante, la cigarrera se posicionó en el gusto del consumidor. Y durante los primeros 70 años, Camel cifró su acierto comercial en la fiel conservación del diseño de sus cajetillas: un desierto cubierto de aristas piramidales, tres palmeras de gracioso equilibrio y, en relieve, un camello sombreado por el suave color pajizo

En 1918, Patrick Reynolds, fundador de la compañía que años más tarde sería la segunda empresa cigarrera más importante del mundo, moriría de cáncer de páncreas, debido a su hábito de mascar tabaco.

La omnipotencia publicitaria de los años 20, luego de la Primera Guerra Mundial, se volvió para Camel el medio eficaz que expondría la relación de la cultura norteamericana con el tabaco: convirtió la imagen del simple hábito de ingerir nicotina, al elegante acto de fumar. Desde sus primeros años, la marca propuso en los anuncios de periódicos y revistas de gran circulación, una gráfica publicitaria de vanguardia y glamour. Con refinadas viñetas a color y sofisticadas elaboraciones de cómic, el arte figurativo y testimonial de Camel reprodujo los motivos que hacían de ésta la marca preferida entre los consumidores.

Lee más

viernes, 4 de septiembre de 2009

La OTAN mata y la CIA tortura en Afganistàn


Mientras el gobierno de Estados Unidos lucha por un cambio en los interrogatorios que organiza la CIA para los detenidos de la guerra en Afganistán, el portal de internet Gawker ha infiltrado a la opinión pública las fotografías de algunos elementos de seguridad de la embajada en Afganistán donde aparecen desnudos y sometiendo a capturados.

El mismo diario Gawker relata que existe un video en el que los guardias intentan beber alcohol que ha sido derramado entre las nalgas de un nuevo integrante del grupo. Por su parte, la oficina del departamento de Estado ha dicho que ya se han iniciado las investigaciones sobre el caso. La neta es que las fotos son tan ofensivas que mejor pucha acà para verlas.

Pero esto no es todo, las tropas de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) bajo el mando de la OTAN hicieron estallar dos camiones de combustible que habìan sido robados por los talibanes, en Kunduz, al norte de Afganistàn. En el bombardeo no sòlo murieron varios comandantes talibanes, incluyendo combatientes dalto rango y militantes extranjeros provenientes de Chechenia sino se calcula que entre los muertos hay màs de 50 civiles muertos.

La muerte de civiles en operaciones de las fuerzas extranjeras es uno de los temas más delicados en Afganistán, con un gran costo político para el presidente Hamid Karzai, quien hace unos dias fue reelegido en medio de un clima de tensiòn por las amenazas de los talibanes para boicotear los comicios.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El rap tras la verdad

Para quienes gustan del rap, tres personaliddaes de este género musical en Estados Unidos: Mb Def, Immortal Technique and Eminem, compusieron una canción en la que denuncian las mentiras del 11-S.


WebIslam

lunes, 31 de agosto de 2009

El libro, un lujo que sólo se huele


Por Ramón Lobo (corresponsal en Afganistán de El País)

Parece un espacio mágico arrancado de El Cairo de Naguib Masouf o el Bagdad de Las mil y una noches, un remanso de paz en el que no se escuchan los cláxones de los automovilistas impetuosos que parecen dialogar entre ellos desde sus bocinas. La librería Behzad es un oasis, un lugar hermoso y desordenado repleto de libros, cuadros, mapas, postales, fotografías y polvo, sobre todo mucho polvo (el sello de Kabul), en el que cada objeto parece guardar un equilibro perfecto con el que tiene al lado.

Asil y Poya Rashid son los dueños, gente educada y políglota: el primero habla inglés y francés, además de dari; el segundo, un excelente castellano aprendido en la Universidad de Kabul. Ambos son libreros, el oficio de los que entienden de lo que se escribe en los libros. Son varias las habitaciones que se disponen alrededor de un patio protegido por una sombrilla y en el que hay tres sillas con cojines y una alfombra en el suelo devorada por el polvo y la arena. En otro tiempo debió ser un espacio de té y literatura.

En una de las salas del fondo, la puerta está cerrada. En ella, las estanterías se hallan repletas de libros en dari y pastún, dos de las lenguas locales. Huele a libro: un aroma agradable. En otra estancia se guardan los pósters que tanto gustan a los extranjeros y que terminan decorando las paredes de sus cuartos de baños, como si el retrete fuese el único lugar en el que el hombre moderno y apresurado se permite el lujo de soñar.

En la sala principal -debe de serlo porque presiden la caja registradora para cobrar y un ordenador que depende de los estados de ánimo de la electricidad, que en Kabul son muy caprichosos- se exponen decenas de ejemplares en lengua inglesa. La mayoría versan sobre historia y política. Destaca una edición de A Short Walk in the Hindu Kush (Un breve paseo por el Hindu Kush) del gran viajero inglés Eric Newby y otra de Unholy Wars (Guerras no santas), John Cooley. "Tenemos textos en inglés, francés, alemán, árabe, persa [del que procede el dari local] y ruso", asegura Asil, satisfecho de reunir tanta riqueza cultural. En las paredes de la planta baja cuelgan varias fotografías y cuadros. Destacan varios retratos inspirados en la célebre fotografía de Steve McCurry de Sharbat Gula, la niña de los ojos verdes, portada del National Geografic en 1984.

En el piso superior, al que se accede por unas angostas escaleras de piedra en las que hay que tener cuidado con la cabeza en la subida y con los pies en la bajada, se multiplican las imágenes y los objetos de coleccionista. Al otro lado de una cortina está la vivienda. Junto a la ventana entreabierta por la que acaba de salir despaciosamente una paloma, entra el sol de mediodía iluminando un rincón con butacas y mesa.

Asil dice que es su lugar favorito, donde descansa y lee poesía. Sin insistirle mucho, recita en dari unos versos que tratan de una noche negra y una historia de amor perdida, como la de Afganistán. En las paredes se acumulan óleos de colores vívidos con estampas de un Kabul antiguo, de varios siglos atrás, que por causa de tanta guerra moderna y tanto odio parece más nuevo, hermoso y saludable que el actual, siempre escondido bajo una nube de polvo como si fuera una burka colectiva.

No es mucha la gente que acude a comprar libros, un producto de lujo en un país empobrecido. Algunos clientes nostálgicos se acercan a la librería abierta desde hace 25 años por el placer de oler y tocar. También para charlar un rato con Asil y Poya Rashid alrededor de un té hirviendo, cuando no es Ramadán y está permitido, de aquellos buenos tiempos que se fueron con la esperanza de que algún día, quizá no tan lejano, volverán.