martes, 16 de junio de 2009

Disputa entre ayatolás


Un bajorrelieve en la necrópolis de Naghsh-e-Rostam, a las afueras de Shiraz, muestra al rey Ardeshir, el fundador de la dinastía sasánida, recibiendo de manos de un representante de Dios el anillo de oro que simboliza el poder. Hoy, 1.800 años después, el debate sobre si el poder emana de Dios o del pueblo sigue vigente en Irán. El poder (que divino o no) recae en el Consejo de Guardianes de Irán, el máximo órgano legislativo del país cuyo líder supremo es el ayatolá Alí Jamenei.



Hasta el momento, este consejo ha rechazado la demanda presentada por el ex candidato reformista Mir Hosein Musaví de anular las elecciones presidenciales que dieron la victoria al actual mandatario Mahmud Ahmadineyad, sin embargo, está dispuesto a hacer un recuento de los votos en aquellos lugares donde la oposición ha presentado denuncias por fraude.

No hay que olvidar, que tras finalizar las elecciones, el lider supremo Alí Jamenei dio todo su respaldo a Ahmadineyad al decir que él “era el presidente de todos los iraníes y que todos tenían que apoyarle”. Esta decisión ha mostrado las diferencias entre dos sectores del régimen pues hasta estas elecciones el líder se mantenía al margen ejerciendo de árbitro.

Y es que las malas lenguas (El País y Deutsche Welle) dicen que la disputa política que lidian Ahmadineyad y Musaví es en realidad una reedición de la lucha que libran por el control de la República Islámica el líder supremo y el segundo hombre más poderoso de Irán, el ayatolá Alí Akbar Hachemí Rafsanyaní. Esto queda claro en el momento en que Ahmadineyad atacó a Rafsanyaní y Mohamed Jatamí por apoyar la candidatura de Musaví.

Los clérigos representan a la vieja guardia de la revolución, una generación que no permite la apertura y modernidad para mantener su poder e influencia. Esa generación de revolucionarios de primera hora de la que han salido los reformistas más radicales. Ahmadineyad representa una segunda hornada. Eran más jóvenes cuando tuvo lugar la revolución, se curtieron en la guerra contra Irak y han llegado al poder mucho más influidos por la experiencia militar (que según un amigo iraní se expresa en la militarización del Estado y ante la censura de los medios de comunicación, pues quizá se hable de una dictadura).

La batalla por el futuro de Irán no se está librando en las calles de Teherán. La verdadera batalla es una partida de ajedrez entre Jamenei y Rafsanyaní. Pero llegado el momento ninguno de los dos va a poder ignorar el peso de los iraníes en las calles, donde ya han muerto 15 personas.

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