Entre dos culturas
(Primera parte)
“Existe ese prejuicio contra los musulmanes, todos piensan que son terroristas, nadie los ve como practicantes de una religión”, afirma Khadijjah, una joven mexicana convertida al Islam.
Su antiguo nombre era María Belem Robledo, un chava que le encantaba ir a las fiestas y vestirse con ropa sexy, hoy tras convertirse al Islam porta el nombre de Khadijjah. Con sus 27 años de edad y su hijab (velo) azul da la bienvenida a los musulmanes que llegan a orar al templo ubicado en la colonia Lorenzo Butorini. El espacio es discreto, en la ventana del séptimo piso cuelga un anuncio que advierte en español y árabe: “Centro Salafi de México. Islam, Sunnah y Salafiyyah”.
Khadijjah señala que se convirtió al Islam porque nunca simpatizó con el catolicismo, “Nunca me gustaron las imágenes ni estuve de acuerdo en que Dios era tres entes. Porque la misma Biblia menciona que Dios es Uno. No necesito las estatuas para creer en Dios. Los católicos enseñan que hay que ser pobre pero en el Vaticano llega mucho dinero, millones y no tienen la humildad sino anillos de oro, papa móvil.
A mi madre, que no es muy practicante de la religión católica, le sorprendió cuando le dije que iba a ser musulmana. Porque muchos se van con los evangélicos, los mormones, los testigos de Jehová, o con otros protestantes. Yo tengo cuatro años de ser musulmana”.
El Centro Salafi ahora ubicado en la delegación Venustiano Carranza, (luego de que cerraran sus puertas en la colonia Juárez por la muerte del arrendatario), es la residencia oficial que continuará con la ratificación de la rama sunita del Islam, la más apegada a los Salaf, o “correctos sucesores”, es decir, es una de las corrientes más conservadoras del Islam.
Dividido en tres habitaciones alfombradas con tejidos persas y un tapete dirigido hacia el noreste (donde se halla La Meca) se define la Musalah (templo) “Muhammad Ibn Abdul Wahab”, que es rentado con las aportaciones de los miembros del centro, quienes pagan 9000 pesos de alquiler mensual. Khadijjah se encarga del departamento y brinda información sobre el Islam a cambio de una remuneración simbólica.
El Centro Salafi a partir del Centro Cultural Islámico fue registrado como empresa con acta constitutiva en donde aparecen los nombres de socios, integrantes y directores ante la Secretaria de Gobernación. Khadijjah explica: “Es necesario estar registrados porque cuando recibimos alguna donación deducible de impuestos, tenemos que dar un recibo de la cantidad y llevar un registro de qué se realizó con los donativos. Esta institución no se presta al lavado de dinero, como piensan algunas de los vecinos del edificio”.
Sin embargo, a pesar de estar bajo el registro de la secretaría de gobernación, el Centro Salafi no cuenta con un templo propiamente dicho bajo los preceptos del Islam, es decir, no se cuenta con una mezquita en la ciudad de México: “Si la Secretaria de Gobernación nos otorga un espacio, como dueño del territorio donde se construya la mezquita, en cualquier momento no los quita. Así, si se realiza con los ingresos de los hermanos es mejor.
“El gobierno mexicano ve mal a los musulmanes a partir de los hechos del 11 de septiembre, ellos creen que a través de las fronteras mexicanas se introdujeron los terroristas. Existe ese prejuicio contra los musulmanes, todos piensan que son terroristas, nadie los ve como practicantes de una religión”, afirma Khadijjah.
(Primera parte)
“Existe ese prejuicio contra los musulmanes, todos piensan que son terroristas, nadie los ve como practicantes de una religión”, afirma Khadijjah, una joven mexicana convertida al Islam.
Su antiguo nombre era María Belem Robledo, un chava que le encantaba ir a las fiestas y vestirse con ropa sexy, hoy tras convertirse al Islam porta el nombre de Khadijjah. Con sus 27 años de edad y su hijab (velo) azul da la bienvenida a los musulmanes que llegan a orar al templo ubicado en la colonia Lorenzo Butorini. El espacio es discreto, en la ventana del séptimo piso cuelga un anuncio que advierte en español y árabe: “Centro Salafi de México. Islam, Sunnah y Salafiyyah”.
Khadijjah señala que se convirtió al Islam porque nunca simpatizó con el catolicismo, “Nunca me gustaron las imágenes ni estuve de acuerdo en que Dios era tres entes. Porque la misma Biblia menciona que Dios es Uno. No necesito las estatuas para creer en Dios. Los católicos enseñan que hay que ser pobre pero en el Vaticano llega mucho dinero, millones y no tienen la humildad sino anillos de oro, papa móvil.
A mi madre, que no es muy practicante de la religión católica, le sorprendió cuando le dije que iba a ser musulmana. Porque muchos se van con los evangélicos, los mormones, los testigos de Jehová, o con otros protestantes. Yo tengo cuatro años de ser musulmana”.
El Centro Salafi ahora ubicado en la delegación Venustiano Carranza, (luego de que cerraran sus puertas en la colonia Juárez por la muerte del arrendatario), es la residencia oficial que continuará con la ratificación de la rama sunita del Islam, la más apegada a los Salaf, o “correctos sucesores”, es decir, es una de las corrientes más conservadoras del Islam.
Dividido en tres habitaciones alfombradas con tejidos persas y un tapete dirigido hacia el noreste (donde se halla La Meca) se define la Musalah (templo) “Muhammad Ibn Abdul Wahab”, que es rentado con las aportaciones de los miembros del centro, quienes pagan 9000 pesos de alquiler mensual. Khadijjah se encarga del departamento y brinda información sobre el Islam a cambio de una remuneración simbólica.
El Centro Salafi a partir del Centro Cultural Islámico fue registrado como empresa con acta constitutiva en donde aparecen los nombres de socios, integrantes y directores ante la Secretaria de Gobernación. Khadijjah explica: “Es necesario estar registrados porque cuando recibimos alguna donación deducible de impuestos, tenemos que dar un recibo de la cantidad y llevar un registro de qué se realizó con los donativos. Esta institución no se presta al lavado de dinero, como piensan algunas de los vecinos del edificio”.
Sin embargo, a pesar de estar bajo el registro de la secretaría de gobernación, el Centro Salafi no cuenta con un templo propiamente dicho bajo los preceptos del Islam, es decir, no se cuenta con una mezquita en la ciudad de México: “Si la Secretaria de Gobernación nos otorga un espacio, como dueño del territorio donde se construya la mezquita, en cualquier momento no los quita. Así, si se realiza con los ingresos de los hermanos es mejor.
“El gobierno mexicano ve mal a los musulmanes a partir de los hechos del 11 de septiembre, ellos creen que a través de las fronteras mexicanas se introdujeron los terroristas. Existe ese prejuicio contra los musulmanes, todos piensan que son terroristas, nadie los ve como practicantes de una religión”, afirma Khadijjah.
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